
De la gestión legal a la arquitectura de Gobierno a través del Secretario Corporativo
Catalina Robledo Ramírez
En los últimos años, el gobierno corporativo ha dejado de ser un concepto aspiracional para convertirse en un estándar decisivo del desempeño empresarial. La presión regulatoria, la globalización, la vigilancia de los inversionistas y la creciente exigencia de los grupos de interés han llevado a que las organizaciones reconsideren la forma en que toman decisiones estratégicas, gestionan riesgos y aseguran transparencia.
En el mismo sentido, el papel del Gerente Legal in-house ha experimentado una evolución acelerada. La función jurídica dejó de ser un servicio reactivo para convertirse en un habilitador estratégico del negocio que acompaña e influye la toma de decisiones empresariales. En este contexto, un rol tradicionalmente visto como una función administrativa del gerente legal in-house está cobrando un protagonismo decisivo: el Secretario Corporativo.
Hoy, el Secretario Corporativo es arquitecto de procesos de gobernanza, catalizador de transparencia, garante de la integridad institucional y el enlace entre los órganos de gobierno. Su papel se ha vuelto tan determinante que ya no basta con los hard skills tradicionales. Se requieren nuevas competencias y soft skills, que permitan desempeñar este rol de manera holística, integrando estrategia, gobernanza, gestión del riesgo y dinámicas de relacionamiento.
El Secretario Corporativo se ha convertido en una extensión natural pero diferenciada del Gerente Legal in-house, con unas responsabilidades y habilidades propias para convertirse en un facilitador estratégico en la toma de decisiones de la Junta Directiva. Aunque suele ser desempeñado por el gerente jurídico, el rol de Secretario Corporativo es en sí mismo distinto y demanda habilidades adicionales. No se limita al análisis legal o al dominio de normas societarias; exige comprender la lógica del poder corporativo y los mecanismos que aseguran que las decisiones empresariales sean legítimas, coherentes y sostenibles.
En este sentido, el Secretario Corporativo se convierte en el arquitecto de la gobernanza. Es quien, desde una posición neutral, permite que los órganos de dirección funcionen con orden, propósito y rigor.
Quien observe la dinámica de una Junta Directiva desde afuera podría suponer que el poder descansa exclusivamente en los directores. Pero al participar en las sesiones del directorio se evidencia que, detrás de la eficiencia, coherencia y capacidad de deliberación de este órgano de dirección, existe siempre un Secretario Corporativo que articula, ordena y sostiene la dinámica de la Junta.
Hoy es difícil imaginar una Junta Directiva madura, enfocada y efectiva sin la presencia de alguien que articule, modere, conecte y proteja la integridad del proceso decisorio. La sofisticación del entorno empresarial, la diversidad de los órganos de gobierno, la presión por la transparencia y la necesidad de anticipar riesgos han elevado el rol del Secretario a un nivel que trasciende los marcos tradicionales del derecho. Lo que antes era una labor operativa es ahora una verdadera arquitectura de gobierno.
El Secretario Corporativo opera en un espacio en el que la técnica jurídica se encuentra con la psicología y personalidad de las organizaciones y sus directores, con la dinámica humana del poder y con la necesidad empresarial de tomar decisiones que perduren. No basta con dominar las normas societarias o con llevar con precisión las actas de cada reunión. Su valor está en algo mucho más sutil, en su capacidad de sostener el ritmo del órgano de gobierno, de asegurar que la conversación estratégica se nutra de información de calidad, de evitar que el tiempo se diluya en asuntos que no corresponden al nivel de una Junta Directiva. El Secretario traduce la complejidad en claridad; convierte la dispersión en foco; transforma la información cruda en conocimiento útil; y protege la esencia misma de la institucionalidad.
Nada de esto puede lograrse sin una combinación muy singular de competencias técnicas y habilidades humanas, como se mencionaba anteriormente. Una parte de su trabajo se sostiene en el dominio del derecho corporativo, la comprensión profunda de los estatutos, la revisión rigurosa de los quórums, de la validez de las reuniones, de la forma correcta de documentar cada decisión. También en el conocimiento de los sistemas de cumplimiento, las regulaciones emergentes, las obligaciones de los administradores y los riesgos legales que pueden afectar a la organización. Pero estos conocimientos técnicos, obviamente indispensables, no son suficientes para cumplir a cabalidad su rol. Su impacto estratégico proviene de aquello que no se dicta en ninguna ley, esto es la sensibilidad para leer el ambiente, la intuición para anticipar tensiones, la diplomacia para gestionar intereses contrapuestos sin perder independencia, la madurez emocional para sostener conversaciones difíciles y la serenidad para dar orden en momentos críticos.
El Secretario Corporativo vive en un equilibrio permanente. Debe cuidar el detalle sin perder de vista la estrategia; debe preservar la confidencialidad sin caer en el aislamiento; debe ser cercano a los directores, pero no permeable; debe trabajar con la gerencia, pero sin una subordinación que comprometa su independencia. Es un rol que exige carácter, criterio y una ética que no fluctúe con las presiones del entorno. En ese equilibrio, se da la posibilidad de que la Junta pueda cumplir su propósito, pensar a largo plazo, tomar decisiones informadas, supervisar la gestión sin interferir en ella y, sobre todo, convertirse en un órgano generador de valor y no en un escenario de desgaste.
Cuando un Secretario ejerce plenamente este rol, la Junta opera de forma más armoniosa. Las discusiones fluyen, los temas se organizan con naturalidad, la información llega a tiempo a todos los directores y con la calidad esperada, las decisiones se documentan con rigor y los acuerdos tienen plazos y responsables que permiten hacerles seguimiento y medir los resultados. La Junta adquiere memoria, coherencia y estructura. Y en un mundo donde las decisiones se toman con velocidad y bajo presión, la memoria institucional no es un lujo sino un elemento esencial de la sostenibilidad y el Secretario se convierte en el guardián de esa memoria.
En esta nueva visión del Secretario sus funciones se materializan antes, durante y después de la Junta, su trabajo no es solo preparar reuniones o redactar actas. Es anticipar lo que la Junta debe tener en el radar para abordar en las reuniones, asegurar que la conversación esté basada en la información proporcionada por igual a todos los miembros de la Junta, es mantener la integridad del proceso decisorio sin importar quién esté en la mesa, es facilitar la relación de confianza y la conexión entre quienes definen el rumbo corporativo y quienes lo ejecutan.
La figura del Secretario, en consecuencia, demanda habilidades humanas que hoy son tan relevantes como su conocimiento jurídico, esto es, la capacidad de leer el lenguaje no dicho, de percibir lo que preocupa, incomoda o divide a los directores; la habilidad de comunicar de manera clara y amable sin perder firmeza; la comprensión profunda del negocio y de sus dinámicas; la adaptabilidad para moverse en entornos cambiantes; la creatividad para resolver problemas sin salirse de los marcos institucionales; y la sensibilidad para conciliar posturas sin comprometer la transparencia. Esta combinación técnica y emocional lo convierte en un actor indispensable para la buena gestión del órgano de gobierno.
Su aporte al buen funcionamiento de las Juntas Directivas es más profundo de lo que suele reconocerse. Gracias a él, las decisiones son más oportunas, las discusiones más estratégicas y las sesiones más eficientes. Su participación reduce riesgos legales, evita conflictos innecesarios, fortalece la credibilidad de la organización y mejora la calidad de la relación entre directores y equipo ejecutivo. La confianza de los inversionistas, reguladores y grupos de interés está respaldada en su gestión con la documentación clara de los acuerdos, la trazabilidad de las decisiones, la evidencia de que cada paso se da dentro del marco legal y ético que se espera de una organización seria.
Por todo ello, el Secretario Corporativo dejó de ser un rol accesorio. En las organizaciones que comprenden la importancia del buen gobierno corporativo no solo se reconoce su valor, sino que se invierte en fortalecer su perfil, en garantizar su independencia, en darle las herramientas y la autoridad necesarias para cumplir su función. El Secretario es el puente entre la intención estratégica y su ejecución; entre la voluntad institucional y su coherencia en el tiempo; entre la complejidad del negocio y la claridad que requiere un órgano de dirección. Es la figura que permite que la Junta opere con rigor, profundidad y propósito.
En un entorno donde las decisiones deben tomarse de manera eficiente y eficaz y donde la transparencia es condición básica de legitimidad, el Secretario Corporativo se ha convertido en una pieza indispensable de la arquitectura de gobierno, en un elemento estructural de la eficacia, la continuidad y la integridad de la organización. Su liderazgo, basado en la coherencia, en la discreción y en la capacidad de generar confianza, es uno de los más determinantes en la construcción de valor sostenible. Y su rol, cada día más visible para quienes entienden la naturaleza del gobierno corporativo, continuará expandiéndose en la medida en que las organizaciones reconozcan que, sin una base sólida de gobernanza, ninguna estrategia, por brillante que sea, puede sostenerse en el tiempo.
Con todo lo anterior, se evidencia entonces que la expansión del rol del Secretario Corporativo refleja una transformación profunda, ya que las empresas no buscan solo abogados que administren riesgos, sino líderes capaces de diseñar estructuras de gobernanza robustas, anticipar desafíos y facilitar decisiones que generen valor. El Gerente Legal in-house que asume y trasciende este rol se convierte no solo en guardián del cumplimiento, sino en arquitecto de la institucionalidad, estratega de gobierno y referente ético dentro de la organización.
En el mundo de los negocios, donde la confianza es un activo cada vez más valioso y a veces esquivo, el Secretario Corporativo emerge como un rol crítico y estratégico en el ecosistema empresarial contemporáneo.

Gerente Jurídica, Cumplimiento, Sostenibilidad, ESG y Relaciones con Gobierno
Experta en la definición e implementación de estrategias de negociación de alto impacto con múltiples grupos de interés, en Grupos Empresariales Multisectoriales. Representante empresarial en gremios y entidades gubernamentales, con un enfoque estratégico en la defensa de intereses corporativos y el fortalecimiento del entorno regulatorio empresarial. Amplia trayectoria como Secretaria General, implementando y fortaleciendo políticas de Gobierno Corporativo. Sólida experiencia en la estructuración y ejecución de operaciones de M&A, así como en la negociación y formalización de contratos nacionales e internacionales, con un enfoque integral en normatividad financiera, comercial, societaria, de protección al consumidor, competencia, propiedad intelectual, SAGRILAFT y sostenibilidad empresarial. Gestión de riesgos legales y del negocio, asegurando el cumplimiento normativo y la sostenibilidad operativa de las organizaciones, aplicando criterios ESG. Capacitadora y Mentora en Gobierno Corporativo con la Cámara de Comercio de Bogotá y el CESA.

Catalina Robledo Ramírez